domingo, 29 de agosto de 2010

No me arrepiento de nada...

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, nomás abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.


Gioconda Belli

miércoles, 25 de agosto de 2010

Biografía...




Lo mejor del recuerdo es el olvido...
Málaga naufragaba y emergía...
Manuel, junto a la mar, desentendido;
yo era un niño jugando a la alegría.


Ahora juego a todo lo que obliga
la impuesta profesión de ser humano,
y a veces, al final de la fatiga,
enseño a andar palabras de la mano.

Ser hombre es ir andando hacia el olvido
haciéndose una patria en la esperanza;
cuerpo a cuerpo con Dios se está vendido
y a gritos no se alcanza.

( Dentro de poco se dirá que fuiste,
que alguien llamado así, vivió y amaba...)
Ser hombre es una larga historia triste
y un buen día se acaba.

Desde mis veinticinco historias vengo.
Nada me importó nada.
Pero cualquier capítulo lo tengo
miniado en letra triste y colorada.

Un hombre hecho y deshecho
os habla. Soy distinto cada año.
Tengo un desconocido por el pecho.
Sí. Miradme a los versos. No os engaño.

Tengo el sombrío bosque de la frente
esperando que llueva;
mientras, el alma suena bajo el puente,
y cuando el alma suena es que a Dios lleva.

Vuelvo a andar el camino desandado
y en mi paso resuenan las cadenas.
Recuerda el corazón acostumbrado...,
¡qué buen fisonomista de las penas!

Unas pocas palabras me mantienen:
duda, esperanza, amor... Siempre me pierdo...
Amor, duda, esperanza... Siempre vienen...
La ilusión, si la he visto, no me acuerdo.

Lo mejor del recuerdo es el olvido...
Málaga naufragaba y emergía...
Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.

Y hay un hombre de pie sobre mis huellas
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas
propaganda de Dios allá en el cielo.

 
Manuel Alcántara
(Español - Contemporáneo)



sábado, 21 de agosto de 2010

En el borde de las tazas...

una mujer
se mueve en el denso fluir de sus instintos
sabe quebrar
la cáscara de una intención
una mujer
abarca por fragmentos la totalidad
y nunca es la misma


un hombre
sube al misterio en una extrema progresión
descubre el sentimiento
acorralado en un límite
el resto
lo filtra en el pensar


una mujer
es a la vez su historia
y lo que aún no ha conocido
sabe ordenar lo que no ve


un hombre
arriba al corazón del mundo
en cada vértice de su conocimiento
se instala en lo que ve
y se proyecta


una mujer es todas las mujeres
pero es única
un hombre es todos los hombres
pero es único


un hombre y una mujer
nunca se conocen
saben suponer
saben crear sobre el malentendido
son cada uno
mitad secreto
mitad vacío


un hombre y una mujer
a lo largo de cientos de actos cotidianos
cruzan información
dejan la vida escrita
en el borde de las tazas


cada día se escribe
cada día se lava


Laura Yasán
(Argentina)

martes, 17 de agosto de 2010

Décimas...


Yo soy flor que se marchita
al sol de la adversidad,
el arbolito en mitad
de la llanura infinita.

La paloma, pobrecita
que arrastran los aquilones,
entre oscuros nubarrones
de tempestades airadas,
soy la barca abandonada
en el mar de las pasiones.

Soy el ave que al bajar
de los aires fatigada,
no tiene ni una enramada
ni un árbol en que anidar;

y si vuelve a levantar
las tristes alas del suelo,
encuentra nublado el cielo
y desecha la tormenta,
y el pájaro se lamenta
y vuelve a tender su vuelo.

Yo no canto por llamar
la atención que no merezco,
yo canto porque padezco
penas que quiero olvidar;

que tan solo con cantar
se va al viento nuestra pena,
y yo tengo el alma llena
de pesares y amarguras,
¡Más que en La Pampa hay anchura
más que en la mar hay arena!

¡Adiós primorosa flor!
Adiós lucero invariable,
solamente comparable
a la estrella de mi amor;

cuando sientas un dolor
parecido al que yo siento,
Dios quiera que tu lamento
no sucumba en la ignorancia,
y atraviese la distancia
sobre las olas del viento.

Almafuerte

viernes, 13 de agosto de 2010

De la inmortalidad del cangrejo...


A mi padre



Me encontré de repente, casi sin darme cuenta
por el viejo y nunca terminado camino de los recuerdos.
Recuerdos que alguna vez fueron pasos en mis zapatos;
ilusiones en mi alma, lágrimas en mis ojos.
Recuerdos que son sonrisas de niño,
esas mismas que uno siempre extraña por lo cristalinas
y por la inexplicable tibieza que las engendró,
quién sabe a través de qué misteriosos detalles.


Y cuando recordé me reencontré con tu imagen.
Noté la caricia de tu presencia en el aire,
el aroma siempre joven de tus días y sonreí,
deseé hablarte a través de este manto de distancias,
o acariciarte de manera sencilla; casi tímida.


Porque de todos los hombres que he amado, has sido el más perfecto.
Porque a veces las palabras se muestran impotentes o mudas
ante el empuje de nuestra difusa humanidad.
Y ¿sabes? ... porque además es tu día, papá,
el día de los viejos macanudos con sabor a padres.


Sí , ya sé.
Sé que estamos lejos, ¡pero si es lo mismo!
¿No entiendes? Lo mismo...
porque siempre te veo majestuoso como el amanecer
que nos despierta orgulloso de poder ofrecernos su sol.
Y le digo, y te digo ¡Buen día!,
pero también digo, ¡viejo, te quiero!


¿Ves?, ya iniciamos nuevamente el diálogo.
Tírame un salvavidas (por favor) ... y después ¡rememos juntos!
agarra tu guitarra y cantemos: inventa una melodía, yo pongo la letra.


Tú y yo pateando a dúo la distancia caprichosa de dos ciudades distintas.
Tómate un trago, viejo. La distancia... ¡La distancia es una mentira!
y hablemos de lo que sea, de ti, de mí, del clima...
mejor aún, ¡hablemos de la inmortalidad del Cangrejo!
Total... La locura, esta noche, corre por mi cuenta.


Gonzalo Osses - Vilches
(Chileno - Contemporáneo)

lunes, 9 de agosto de 2010

Chau pesimismo...


Ya sos mayor de edad
tengo que despedirte
pesimismo

 
años que te preparo el desayuno
que vigilo tu tos de mal agüero
y te tomo la fiebre
que trato de narrarte pormenores
del pasado mediato
convencerte de que en el fondo somos
gallardos y leales
y también que al mal tiempo buena cara


pero como si nada
seguís malhumorado arisco e insociable
y te repantigás en la avería
como si fuese una butaca pullman


se te ve la fruición por el malogro
tu viejo idilio con la mala sombra
tu manía de orar junto a las ruinas
tu goce ante el desastre inesperado


claro que voy a despedirte
no sé por qué no lo hice antes
será porque tenés tu propio método
de hacerte necesario
y a uno lo deja triste tu tristeza
amargo tu amargura
alarmista tu alarma


ya sé vas a decirme no hay motivos
para la euforia y las celebraciones
y claro cuandonó tenés razón


pero es tan boba tu razón tan obvia
tan remendada y remedada
tan igualita al pálpito
que enseguida se vuelve sinrazón


ya sos mayor de edad
chau pesimismo


y por favor andate despacito
sin despertar al monstruo

jueves, 5 de agosto de 2010

El hombre que mira al poniente...

Sobre las llanuras
del cielo atardeciendo
cabalgan figuras,
como manchas.


Un hombre
mira hacia el poniente.


A sus espaldas
la oscuridad avanza.


Pero la mirada
viaja con la luz
y se desprende.


El hombre
se ha quedado sin los ojos.


Gonzalo Osses - Vilches
(Chileno - Contemporáneo)

domingo, 1 de agosto de 2010