lunes, 29 de marzo de 2010

Definición...



No soy bueno ni malo ni bueno
Soy irresponsable,
como un niño que al salir
se mete el sol
en un bolsillo agujereado.

Gonzalo Osses - Vilches
(Chileno - Contemporáneo)


jueves, 25 de marzo de 2010

En un banco...

En un banco,
meneando aburrida mis zapatos de bruja,
yo veía al invierno entrar y salir,
flirtear con el aire y sentarse finalmente a mi lado.
(Otro -pensé- que tampoco tiene nada que hacer
esta tarde.)

Ya me iba a levantar cuando descubrí su espalda
en la ventana de enfrente.
Usted hablaba con alguien.

Y en ese mismo momento
-Ios libros, cómo no, resbalaron patosos desde la falda
hasta el suelo-
se volvió a mirarme.

Almudena Guzmán


domingo, 21 de marzo de 2010

Soneto para esperarte en una cafetería...

Resulta que la historia estaba escrita
cuando yo quise hacerla a mi manera.
Cuando yo no quería que volviera
resulta que la historia resucita.


Resulta que en el tiempo de la cita
tendrán que hacer un banco de madera.
Al corazón le viene bien la espera,
quién sabe si además la necesita.


Azafatas de vuelo alicortado
van del café a las piñas tropicales
por aires ciudadanos y ruidosos.


Arriba el tiempo nuevo ha presentado
sus fluorescentes luces credenciales
y enrolla pergaminos luminosos.


Manuel Alcántara
(Español - Contemporáneo)

miércoles, 17 de marzo de 2010

En la mañana del mundo...

Apenas la caricia de tu mano.
Mi piel es de cristal cuando me tocas.
¿Qué apaciguada luz, qué temblor hecho brasa
se deslíe en mis ojos si me miras?
¿Dónde hiere tu risa y por qué hiere
si con ella me abres la mañana del mundo?
Tu existir me hace un dios y tú me creas.
No hay mayor claridad ni otro misterio.


Abelardo Linares
(Español)

sábado, 13 de marzo de 2010

R.I.P.

Ese amor murió
sucumbió
está muerto
aniquilado...........fenecido
finiquitado
occiso...........perecido
obliterado
muerto
sepultado
entonces,
.....................¿¿por qué late todavía?




Cristina Peri Rosi

martes, 9 de marzo de 2010

Legado...

Desde qué zona etérea,
qué espacio espléndido
piensas en mí y me envías
divinos emisarios, sones
de un pequeño estuche
donde sólo cabe
-delicada-
la perfecta simetría de la dicha.


Dádiva
-espejismo acaso-,
sonrisas caen sobre mí
en celestial llovizna:
tu bautismo.


A perpetuarte me llamas:
ya siento en mí tu propio estupor;
tomo la media vida que me das
-la más pura-
como el don que no esperaba ya.


Dulce carga me entregas.


Antonio Aliberti
(Argentino) 

viernes, 5 de marzo de 2010

Cruces...

De golpe es muy extraño sobrevivir,
recordar a la mujer hechizada
y no el momento en que se fue:
más errante que nunca pero muy poco sabia,
torpe en el bullicio del verano,
torpe en la espera.

Hubo un hombre sin sueños
para siempre detenido en la estación del calor.
No se reconocieron ni en los ojos
en la planicie árida del parador
(un jugo, una radio encendida,
la loca esperanza de llegar sin morir)

El mundo canta (a veces)
como una apuesta imposible
y eso lo vuelve ronco y despiadado.

No hay rumor para oír, no hay tierra que espiar.

El mundo canta (a veces y siempre)
por los respiraderos de la ciudad
y se abre paso en el tumulto irreflexivo
con una canción que jamás se recuerda
cuando llueve (o hace frío),
una canción quebrada que no otorga poder.


Paulina Vinderman
(Argentina)

lunes, 1 de marzo de 2010

El ángel...

Se vestía de blanco (tenía
cierta fijación -más bien rústica-
por la metáfora).
"Todo ángel es terrible" decía
y cerraba el negocio.


Las mujeres entornaban los ojos
para entender mejor.
Pobres, feas, de las que se cambian el nombre
por Rosemary o Jacqueline y coleccionan muñecas.


Yo era una joven robusta
y andaba con él
habría sido una puta perfecta
pero iba a la Universidad.
Tampoco me pidan que sea un ángel.


El cuento es que volaba,
volaba porque ese verso
-"Todo ángel es terrible"-
era su retrato fiel.


El mensajero del Oriente,
de la aspirina y el bicarbonato,
pensaba yo, y volaba también
apoyada en la moto mientras todo
en la vereda sucedía con naturalidad:
Este soy yo y esto es lo que hago,
canturreaba.


¿Estaba lo suficientemente alerta?
¿Miraba cuando el ángel volteaba
los espejos para la degustación?
¿Entendía tanta mirada oblicua
si la cosa se ponía caliente de verdad?


Asuntos de un oficio terrible, me decía,
de la ira de Dios.
¿A qué temer? Después de todo,
no hay nada que te mate dos veces.


Yo debería contar esto alguna vez.
Pero contarlo mejor, contarlo bien.
Porque sé que es algo que nadie
buscaría recordar jamás.
Porque sé que todo ángel es terrible.
Yo no.


Eleonora Filkenstein
(Argentina)