martes, 29 de marzo de 2011

El canto de la Sirena...

Al poeta mexicano Roberto Reséndiz,
en las horas tristes que suceden a un naufragio
.


Has probado
el lecho de la hembra submarina,
la picadura mortal de la sirena,
sus cálidos senos,
el almendrado vientre,
ignorando el consejo de la divina Circe.

Has sentido
su pisciforme atracción fatal,
el néctar de su voz,
la voz del agua,
su canto lleno de promesas,
y ahora estás herido de ausencia,
tritón irritado, neptúnico ulises,
atado al mástil de tu propia vida,
el mismo que tú plantaste en el jardín del tiempo.

Sabes con certeza
que jamás volverás a oírla
y la has visto alejarse,
con paso tenue, a escama descubierta.
Desconoces el nombre de la ínsula que habita
esa hechicera que derribó
los muros de tu sacra Babilonia.

Era la rueda encerrada en el círculo,
el último delirio, el que jamás se olvida,
el hada de terciopelo que decía Baudelaire
o quizá,
simplemente,
una quimera
que
te volvió realidad
el corazón
.

Fernando Luis Pérez Poza
(Español, contemporáneo)



viernes, 25 de marzo de 2011

Aparición urbana...

¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.

Oliverio Girondo
(Argentino)


lunes, 21 de marzo de 2011

Reloj de arena...











Hace un siglo amé a un hombre
y podía sentir su olor lamiendo mis entrañas,
el universo revelado ante mí en el borde de su camisa
-botón por botón caían los misterios del profundo oráculo-
mi destino trazado en su torso.

Hoy descanso en su cuerpo con la cotidianeidad de los sueños perdidos.

Hace un siglo amé a un hombre
pero he perdido el rastro de su piel
el sello de su boca,
aquella cicatriz tan cercana a mi ombligo.
Un dolor incoloro se afirma entre mis lágrimas,
ya no es más ese monstruo que me tragaba adentro.

Es cierto que amé a un hombre
pero hoy sus huellas ya no existen
ni siquiera en el persistente agujero de mi almohada.



Adriana Ortega Ortiz
(Méxicana)



jueves, 17 de marzo de 2011

Nada más...

El aire de los chopos
y vuelvo a recordar
En un día de marzo
te fuiste. Nada más.

Una sonrisa tuya
o un gesto. Claridad
como la de tus ojos
no he visto. Nada más.

Luego días de ira
dolor y adversidad.
Y en medio de la noche
tu estrella. Nada más.

Por su fulgor perenne
contra la eternidad
te ofrezco unas palabras
de amor. Y nada más.

José Agustín Goytisolo


domingo, 13 de marzo de 2011

Regálame...

Regálame la risa de tus ojos,
la tenue luz de tu sonrisa,
y el milagro de tu nombre
en mi boca.

Regálame la humedad de tus besos,
el tibio manto de tu abrazo,
y el mar embravecido de tu cuerpo
junto al mío.

Regálame el amanecer de tus pasiones,
el espejo frágil de tus lluvias,
y tu inocencia hecha mujer
con mis caricias.

Regálame tu amor
amor
y que venga la noche…

Carlos Enrique Ungo
1963
(Salvadoreño)


miércoles, 9 de marzo de 2011

Hoy puedo...



Hoy puedo amarte como nunca.
Esconderme en la caverna joven de tu cuerpo
Buscar el río profundo que la cruza
Liberar las palomas que anidan en tu pecho
Para enterrar el nombre de las cosas
Y volver a morir.

María Cinta Montagut
(Española)

sábado, 5 de marzo de 2011

Tiempo de opacidad...

Tiempo de opacidad,
de desencuentro.

Hay mujeres que lloran
tras los escaparates de los supermercados,
golpeando las lunas de las lamentaciones,
en las monumentales góndolas
de los productos lácteos,
de las niños sin nombre
de las huevos de alondra lacerados,
maraña de retales.

Los acomodadores desatrancan la lluvia
en los vestíbulos desiertos de los cines
donde rompen los pájaros y las olas de nadie.

Olvido sin memoria,
olvido fructifica,
olvido da su fruto.
Lo dicen los anuncios
las ofertas
y las liquidaciones,
los oídos que tocan
los ojos que olfatean
los labios que te miran
mientras muerdes
un pedazo de invierno en el fondo de un beso.




Roxana Acquaroni
(Española)

martes, 1 de marzo de 2011

La voz como lluvia...



La voz, como lluvia de plata para dejarte entrever los delicados amores
que mantiene desde hace siglos, la luna crecida de abril con el ámbar ruso.

El talle de primavera que inundara tus brazos con flores de almendro;
la piel, de paloma, y que al deslizarte por mi cuerpo creyeras
estar amando al sueño más puro de la nieve...
¡Ojalá mis ojos fueran como los de una corza herida para que
tú, noble cazador altivo, quedases prendado de ellos!

Y mi pensamiento, nácar blanquísimo para que lo supieras
siempre cercano a ti
hasta en la oscuridad de estos terribles días sin alba.


Almudena Guzmán