jueves, 30 de noviembre de 2006

Viaje inmóvil...

Escribo para viajar,
para llegar a territorios que no existen,
para que al salir de mí
no regrese jamás al mismo sitio,
para fundirme en el arco del presente
mientras su marea me abraza,
me ciñe y me abandona en otras playas.
Porque nada importa sino viajar:
de todas formas
nunca estamos aquí completamente,
nunca en el espejo arderá
la imagen última;
Así, llegar al puerto
jamás sorprendido por los mapas:
viajar para saber
qué memorias despierta la distancia,
qué islas elegirán mis ojos sin saberlo
y otras preguntas que rondan los sentidos
e inundan las palabras
cuando la realidad como siempre me desborda,
se cierran las puertas del poema
y se abren las del viaje.

Blanca Luz Pulido
(Mexicana)

miércoles, 29 de noviembre de 2006

Escrúpulo...

Me parece que vivo
que estoy entre los ruidos
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.
He dicho "me parece"
yo no aseguro nada.

Oliverio Girondo
(Argentino)

martes, 28 de noviembre de 2006

Es un enigma...

Es un enigma el último crepúsculo vivido
y más lo será el próximo.
En todos estos años que me llevan al fuego
del conocimiento
de la nada que fluye en el espejo
No he podido saber cual es la clave,
dónde está la palabra,
la voz,
el teorema
que resuelva el color de las miradas
o la angustia infinita de los pasos
de unos pies de mujer
en el mármol desnudo de mi casa.

María Cinta Montagut
(Española)

lunes, 27 de noviembre de 2006

La cajita rota...

¿De qué hablaré,
del coral y la gaviota,
la espuma, el pez,
la alta cima?
¿La flor del campo?
¿La cajita rota?

¿Llevaré mi verso
a las estrellas?
¿Recorrerá abismos
y derrotas?
¿Se pondrá
a mecer la cuna
o sostendrá
una cajita rota?

¿Tenderé puentes
de palabras
para el que quiera
unir eternidades?
¿Cantaré con voz
entrecortada
el gozo de la dicha
bien hallada?

¿O me quedaré dudando
en la penumbra,
los ojos extasiados en la nada,
acariciando una cajita rota
que ya no sé para qué,
desde cuándo,
ni hasta dónde,
me mantendrá atada
a un quién sabe…?

Cristina Fornés
(Argentina)

domingo, 26 de noviembre de 2006

Ella...


Ella está hecha a semejanza de las cosas que amo.
Se parece a la noche,
o mejor: a una noche sin ausencias.
Ella es exacta.
Cuando la noche escurre, su cuerpo se humedece.
Me permite trepar por mis temblores
y agitar su nombre desde la oscuridad.
Ella es irrepetible.
Nació en las piedras donde empieza mi desorden.

Eduardo Langagne
(México)

viernes, 24 de noviembre de 2006

Noches de boda...

Que el maquillaje no apague tu risa,
que el equipaje no lastre tus alas,
que el calendario no venga con prisas,
que el diccionario detenga las balas

Que las persianas corrijan la aurora,
que gane el quiero la guerra del puedo,
que los que esperan no cuenten las horas,
que los que matan se mueran de miedo

Que el fin del mundo te pille bailando,
que el escenario me tiña las canas,
que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
ni ciento volando, ni ayer ni mañana

Que el corazón no se pase de moda,
que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel

Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel

Que las verdades no tengan complejos,
que las mentiras parezcan mentira,
que no te den la razón los espejos,
que te aproveche mirar lo que miras

Que no se ocupe de ti el desamparo,
que cada cena sea tu última cena,
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena

Que no te compren por menos de nada,
que no te vendan amor sin espinas,
que no te duerman con cuentos de hadas,
que no te cierren el bar de la esquina

Que el corazón no se pase de moda,
que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel

Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel

Joaquín Sabina

jueves, 23 de noviembre de 2006

Como si fuera un rito...

Como si fuera un rito
dejé por las cubiertas
las ropas que oprimían
mi piel y mis deseos.
En la quietud serena,
oscura, de la noche
quedé desnudo y libre
en actitud de entrega.

Estrellas infinitas
gimieron en mis brazos
y yo gemí con ellas
sediento, enamorado.

Estuve como un dios,
minutos, tal vez horas,
desnudo y voluptuoso
engendrando galaxias.

Los cúmulos trajeron
la lluvia hasta mi pecho
que fue corriendo dulce
en brazos, vientre, sexo...

Desnudo fui tomando
el mundo que dejara
y fui de nuevo el hombre
de los cansados ojos
y las cansadas ansias.

Ariel Canzani
(Argentina)

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Algún día...

Algún día
algún misterioso día húmedo
me volcaré en mí misma para siempre,
y no podrá nadie llamarme
por mi nombre,
porque seré un encierro de paz,
único y eterno.
Algún día húmedo,
con el sello infinito de dos palabras:
no volveré.
Y la vida abierta y dolorosa
bajará rodando por las gradas.

Ana Istarú
"Poesía escogida", 2002
(Costarricense)

sábado, 18 de noviembre de 2006

¡Feliz Cumple Más Azules!

No es de la "línea editorial", por llamarla de alguna manera, que la autora del Más Azules (o sea, yo :) comente mayor cosa en los post, pero hoy es un día especial, porque Más Azules cumple un año, y quiero agradecer a todos los que leen esta humilde paginita: a los que comentan y a los muditos que leen calladitos y que quedan registrados en el contador de visitas, a todos, ¡gracias!, por el enorme impulso que significa para mi que vengan... La verdad es que no sabía bien cómo nos iba a salir esto cuando comencé hace un año, pero ciertamente me he ido enamorando de cada poema y cada imagen que voy dejándoles aquí... son mis huellas en palabras e imágenes de otros...



jueves, 16 de noviembre de 2006

Si es posible...

Si es posible
no me regales un caudal de emoción,
tu fe y tus convicciones,
ni una sima de pasión inmarcesible…
Regálame tu silencio,
tu risa ya cansada,
tu pudor olvidado
y tus nostalgias.
Ofréceme tu mano sin anillos,
tu abrazo destinado a un amigo
y este amor que comparto con tu gato.
Si es posible
cuéntame sin prisas una historia
y dime qué ocurrió cuando no estaba,
qué lejano país reconociste
y qué amaste en mi ausencia
que te hizo ser tú.

Clotilde Tambroni

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Mudar de piel...

Lo difícil es mudar de piel
la primera vez.
Después…
Oteas como un diafragma fotográfico
el cuerpo, su intemperie
luego las clandestinas caricias
las voces en murmullo,
los besos tras la puerta
que te obligan a buscar una isla blanca
en marejadas de olvido.

Al mudar de piel vuelves a sentir,
te izas como vela.
En tus sábanas blancas
el mundo es tuyo otra vez.

Lo más difícil es arrancar raíces,
dejar trozos del rompecabezas.
No colgar el bolso de cuero
cuando ves la cama vacía...

Sabes que emigras a una nueva piel.

Lina Zerón
"La spirale du feu" - 1999
(Mexicana)

viernes, 10 de noviembre de 2006

Éxtasis...

Lienzo embebido en ti
es ahora mi cuerpo,
del todo desasido
y sin otra envoltura que tu imagen.
En mí te llevo como si cargara
sobrecogida sangre.
Sales de ti
hacia el encuentro, génesis reciente,
y yo bebo y respiro
tu exhalación, la rama de tu gozo.
Allí donde se forma
el color de tus brazos enlazados
gira el anillo impar que me contiene.
Nadie me busque, nadie.
Soy tu vigilia,
me disuelvo, pequeña,
en la dulzura que tu pecho emana.
Soy tu sombra y la mía,
soy un desprendimiento de ti mismo.
Allí donde comienza
esa felicidad sufriente y bella,
voy a tu encuentro.
Me despojo de mí
con un sacudimiento
de aterrados manzanos.
Puedo en amor morir que seguiría
recorriendo la tierra con tus pasos,
en tus manos ahogada.

María Granata
(Argentina)

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Mariposas...

Hoy viene a ser como la cuarta vez que espero
desde que sé que no vendrás más nunca
He vuelto a ser aquel cantor del aguacero
que hizo casi legal su abrazo en tu cintura

Y tú apareces en mi ventana,
suave y pequeña, con alas blancas
Yo ni respiro para que duermas
y no te vayas

Así eras tú en aquellas tardes divertidas,
así eras tú de furibunda compañera
Eras como esos días en que eres la vida
y todo lo que tocas se hace primavera

Silvio Rodríguez

sábado, 4 de noviembre de 2006

Mientras tú existas...

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora,
amada mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.

Ángel González

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Los amorosos...

Para Max en su cumpleaños...


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.


Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.


Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.


Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
Jaime Sabines