Que lo hermoso y lo hechicero sea tan sólo hálito y tormenta, y que lo encantador y lo precioso y lo propicio nunca permanezca: que flor y nube y pompa de jabón, fuegos artificiales, risas de los niños, mirada de mujer en el espejo y tantas otras cosas tan maravillosas que se extinguen, apenas descubiertas, duren sólo un instante, eso penosamente lo sabemos. No nos es tan querido lo duradero, inmóvil: piedra preciosa con un fuego frío, pesada barra de oro refulgente; y las mismas estrellas extrañas, alejadas, no parecen iguales a nosotros, seres transitorios, pues la hondura del alma no la alcanzan. Parece que lo hermoso, que lo amable tienda a la destrucción, tan cerca siempre de la muerte, y que lo más precioso, los tonos de la música que desde el nacimiento huyen, se desvanecen, hálito son tan sólo, ríos, persecución. Y por un dolor tenue derribados de un soplo, pues tampoco se dejan detener por el tiempo que dura este latido, tampoco exorcizar; sonido tras sonido, casi apenas tocados, se esfuman y se escurren desde allí. Así está nuestro corazón lealmente entregado, fraternalmente a lo fugaz, la vida, lo que mana, no a lo que, sólido, posee duración. Pronto lo permanente nos fatiga, joyas, roca y mundo estrellado, a nosotros, en el eterno cambio a la deriva, almas de viento y pompas de jabón, al tiempo unidos, y fugaces, a quienes el rocío de una hoja rosa, a quienes el cortejo de unas aves, la muerte del espejo de las nubes, el brillo de la nieve, el arco iris, la mariposa que voló, nosotros, a quienes el sonido de una risa que al pasar nos rozara nos parece una fiesta o nos causa dolor. Amamos todo aquello que nos es semejante, y entendemos lo que el viento escribe sobre la arena.
Ella anuda hilos entre los hombres y lleva de aquí para allá la mariposa profunda -ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...
Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su perfume... a su pesar, muchas veces, como bajo un destino. Testimonio involuntario, ella, de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas, en que la circunstancia da su hálito. ..
Pero se dirige siempre a un testigo invisible, jugando naturalmente con la tierra y el ángel, el infinito a su lado y el presente en el confín...
Mas es el don absoluto, y la ternura, ella que es también el término supremo y la última esencia con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y los latidos para el encuentro en los abismos...
Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación, el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los niños, más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...
Y no busca nunca, no, ella... espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano, en el centro mismo de la noche...
Los demás seres llevan sus nombres como vestidos nuevos, los balbucean al fundar amigos, los hacen imprimir en tarjetitas blancas que luego van de mano en mano con la alegría de las cosas simples.
Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios, los pobres Juanes y los taciturnos Sergios, los Alejandros con olor a mar!
Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan sus nombres envidiables como banderas bélicas, sus nombres que se quedan en la tierra sonando aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.
Pero los locos, ay señor, los locos que de tanto olvidar nos asfixiamos, los pobres locos que hasta la risa confundimos y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas, ¿cómo vamos a andar con los nombres a rastras, cuidándolos, puliéndolos como mínimos animales de plata, viendo con estos ojos que ni el sueño somete que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?
Los locos no podemos anhelar que nos nombren pero también lo olvidaremos…
¿El universo? Claro. ¿El infinito? Además. ¿La carne? Desde luego. Carne celeste o con un cielo arriba que se nubla cuando tocás el odio y chocan furias y llueve un agua triste. Una vaca pace en el hueso que voy a recordar. ¿Y los que olvidan? ¿Se tapan como indios las vergüenzas? País desaparecido en una gorra militar. ¿estás en lo que venga? Lo que vino es cobardía y desprecio. Se avisa a Paul Celan: tumbas cavadas en el agua. Brilla el día. Me recuerda que no soy árbol y que no tengo raíces /de pájaro. Vivo vagamente y nadie me ve entrar
A una y otra mano, allí donde me crecían las estrellas, lejos de todos los cielos, cerca de todos los cielos: ¡Cómo se vela allí! ¡Cómo se nos abre el mundo a través de nosotros!
Tú estás donde tu ojo está, estás arriba, estás abajo, yo encuentro salida.
Oh ese centro errante, vacío, hospitalario. Separados, te caigo en suerte, me caes en suerte, uno del otro caído, vemos a través:
Lo Mismo nos ha perdido, lo Mismo nos ha olvidado, lo Mismo nos ha -
Paul Celan De "La rosa de nadie" 1963 Versión de José Luis Reina Palazón Obras completas - Editorial Trota 1999
Yo sé de mujeres. Las sé altas, bajas, rubias, morenas, espigadas, gorditas, sencillas, sublimes, complejas, vanidosas, y sin vanagloriarme de ello de casi todos los tipos.
Algunas porque estuvieron en mis brazos, de otras lo que sé, es por los cuentos que me contaron otros; muchas por estar frente a mi en el diván de las remémoras.
Y conmigo se han alegrado, entristecido, calmadas, comprendidas. Las he amado y las he odiado. Supe con ellas del amor, de la ternura, de silencios y de peleas.
Habiendo tenido en mi camino madre, hermanas, novias, amantes, esposas, hijas, amigas y otras y a decir verdad -conociendo mucho de mujeres-, he aprendido a estar con ellas y a amenguar los efectos de nuestras mutuas torpezas.
Soy un tipo -en esto- de mundo. Lo que dicen mis amigos "tengo calle".
Sin embargo, contigo me confundo en el trato, a veces y por ello te pido disculpas, ya que de mujeres, sin duda, sé mucho pero poco, muy poco de ángeles.
Abrió el paraguas y esperó la lluvia. Expectante se preparó para lo peor. En estado de alerta, la respiración breve, cada músculo en tensión. Esperó. Esperó. Vanamente. Esperó.
Cansado y en autodefensa vio venir la caricia y no tuvo capacidad de reacción.