martes, 31 de enero de 2012

Fulgor y piélago...



Era extraño el resplandor en la noche
de palmeras doradas,
el salitre acariciaba las fosas,
exacerbando sonidos antiguos.

Los ojos contemplan, a distancia,
efectos tridimensionales de ensueño.
La algarabía de los pelícanos de yeso
indica las certezas del amanecer.

Permanecemos de pie, sin embargo.

María Luisa Lázaro
(Venezolana - Contemporánea)

jueves, 26 de enero de 2012

El mundo en jaque...




Su gata murió de vieja este verano
y el gomero se dejó secar, poco después, obstinado
en el balcón.
¿A quién contar esta historia de locos,
esta encomienda que llega en un caballo con
arneses de plata -cierto rencor en las comisuras-
con quién contar?
El aire está enfermo pero todos respiran,
ella queda morada por el esfuerzo, insomne para
siempre,
buscando la estrella de lata
con la cual vestía su vida en Navidad
para cambiarla por el dibujo de un barco en el Pacífico
o una palabra que resplandezca en la oscuridad
(y no lleve comillas)




Paulina Vinderman
(Argentina)






sábado, 21 de enero de 2012

Ahora es el ritmo del invierno...

Ahora es el ritmo del invierno
quien me clava sus ojos entre las uñas
y el cielo.


Lo demás poco importa.


Solo aquellos pasos absorbiendo mi cuello de niebla
al borde bellísimo de sus sirenas y abismos.


Almudena Guzmán

lunes, 16 de enero de 2012

El ángel perdido...

Lo he visto descolgarse desde el tiempo
y escuché sus latidos en la plaza
sentí su aroma llegando con el viento
y en los escombros gritando con tu raza
Me dijeron que anduvo a contratiempo
desplegando sus cenizas como alas
que en el río vagaba mal herido
y su sangre brotaba desde el agua.
Lo he visto como ángel clandestino
entrando a tu hogar por la ventana
pidiendo unas limosnas al destino
reciclando su pena y su esperanza
Te aseguro que lo he visto, compañero,
con su vientre contraído en esa plaza
siendo eje de un globo pesado y agorero
inclinando sin piedad nuestra balanza.
Me contaron que pasó por ésta tierra
perforado en sus ojos la mirada
que si buscas con cuidado entre las piedras
verás su huella caminando doblegada.
Que si te arrimas por algo a la ribera
no dudes en mirar hacia las aguas
quizá la sangre te guíe a su camino
y la luna te muestre otro mañana
Tal vez huelas en el viento su ceniza
o el latido de su pecho en esas alas
desplegadas como símbolo iracundo
de su errante transitar en la bandada.
No digas que no vino a rescatarte
tal vez lo confundió tu verborragia
y se fue buscando en otro rumbo
tu aliento encadenado de nostalgia.


Walter Faila





miércoles, 11 de enero de 2012

Cielo...

Los grandes pasan
pasan sin tocarse
pasan sin mirarse
cada uno sumido en el gozo
cada uno en su fuego
No tienen necesidad
el uno del otro
tienen la más profunda de las necesidades
Los grandes pasan


Registrados en algún cielo múltiple
grabados en alguna risa sin fin
pasan
como estrellas de diferentes estaciones
como meteoros de diferentes siglos


Fuego inalterado
por el fuego que pasa
risa inatacada
por el confort
se pasan los unos a los otros
sin tocarse sin mirarse
necesitando saber tan sólo
que los grandes pasan


Leonard Cohen





domingo, 1 de enero de 2012

Margarita...



A mi Laura, que es la voz
de esta hermosa historia...

Azul









Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.


Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.


Un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.


Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.


La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.


Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.


Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.


Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.


Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.


Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?»


La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad.»


Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.»


Y dice ella: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté.»


Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver.»


La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.


Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí.»


Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.


La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.


Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.


Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.


Rubén Darío