jueves, 18 de enero de 2007

La luna, siempre...

Redonda, hinchada de frotarse contra el cielo
rasga mi piel con su delgada luz
Cae sobre mi pelo
con la levedad de una sirena
que no se hubiera dado cuenta
que no posee piernas
Solivianta mi sangre
me enciende de locura
me regala una piel fosforescente
y me convierte aceite hirviendo
en fauna
(cascos y cuernos y cabello desbocado
bajo el lúbrico soplo de lo oscuro)

Ana María Rodas
(Guatemalteca)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El soplo de lo oscuro lo iluminamos con palabras, le damos luz, realidad y amor, para descubrir que en lo oscuro nada había de mal, solo que no lo veíamos bien-
¿Amor?

Azul... dijo...

Qué lindo, Amor, gracias por venir por aquí, suele estar algo solitario este paraje de mi vida...

Anónimo dijo...

Me quede enrredada en este poema, iba ha hacer un comentario.....pero despues de leer las palabras de "anonimo" siento que me las arrebato todas..

lu! dijo...

ella simplemente excelente, Ana María...

Saluditos


lu!