
Es bueno tener un ángel
que no tenga rostro ni boca,
ni voz que retumbe como la conciencia
hecha de hojaldre y leyes.
Silencioso y crudo como el espejo,
deja que transcurra el devenir equivocado o no,
pero creciendo.
Ve como se afinan o desafinan
las cuerdas de la vida
o de la muerte cotidiana.
Y no interviene...
No juzga ni se ríe...
Sabe... que en cualquier momento...
una ráfaga de olvido
lleva a perder ganando...
o viceversa.
Silencioso espejo de todos los días.
María Luisa Lázaro
(Venezolana - Contemporánea)